martes, 27 de enero de 2009

Iniciales

Iniciales
Últimamente me he fijado en la "moda" o tendencia de firmar correos electrónicos sólo con la inicial. Algunos autores lo han hecho con sus libros: T.S Elliot, J K Rowling, JRR Tolkien, Joseph K de El progreso. Así, por ejemplo, mi prima Francisca se reduce a F; así como Felipe Bianchi a quien tuve que contactar por temas laborales, mi ex-editora de revista Paula pasó de Carolina a "C", y así. La tendencia parece reducirse a aspectos laborales.
¿De dónde viene esto?
En ciertos medios de comunicación los periodistas han de firmar con sus iniciales
MP Dunleavey es periodista del New York Times. Yo la entrevisté por mail y nunca pude averiguar su nombre completo; se lo pregunté, al parecer no entendió y no me respondió, le mandé otro mail y nunca me lo contestó. Estuve cerca de una hora en Google buscando su nombre completo, no lo encontré. Llamé al New York Times, nadie sabía su nombre verdadero.
Y entonces encontré Putas asesinas en la biblioteca de mi ya mencionada prima-casi-hermana-a-ratos-mejor-amiga. Ella es arquitecto, pero tiene más libros que yo, ha leído casi lo mismo que estudié literatura.
-¿Qué les molesta poner el nombre? Me decía una amiga. ¿Cuánto tiempo más se demora la gente en escribir su nombre completo?-
Y es que… ¿nos hemos reducido a sólo una letra?
Cuesta creerlo.
Todo se reduce.
Vengo llegando del velorio de la abuela de un muy amigo mío, de esos amigos de vida, que con entereza nos contó – a mi y a otra amiga más- que en la mañana de hoy redujeron los restos de su abuelo para hacerle espacio a su abuela. Suena lógico, es una práctica que se ha realizado en los cementerios de nuestro país desde que tengo memoria y probablemente desde mucho antes, desde que el espacio se ha reducido, desde que el tiempo se vuelve escaso.
Entonces reducimos; nuestros esfuerzos se orientan a reducir. ¿Para qué escribir el nombre? Escribamos una letra. ¿Para qué reservar todos los papeles de la universidad?
Con el sufrimiento respectivo de mi madre, conservo intactos los 23 archivadores, 3 cajas con anillados y 42 ejemplares de distintos libros que acumulé durante los 5 años que duró mi pasada por la Universidad. (O carrera, pero yo no competía con nadie, eso sí, corría bastante para no llegar tarde). En mi memoria quedaron los libros que fueron ya prestados y ya devueltos.
No es apego por mis papeles.
No es necesariamente el hecho de que constantemente los estoy consultando.
Porque nunca hice un resumen en el computador, me gustaba estudiar a mano, acalambrarme por causa de mi tendinitis, mi mano izquierda, porque soy zurda, mancharme las manos de diversos colores y aprovechar cada hoja de cuadernos viejos y cuadernillos de pruebas que encontraba. El carácter físico de mis apuntes, es prueba tangible que la letra en mis resúmenes (que no eran más que compilados de toda la materia que podía encontrar, usando mis apuntes, los libros y apuntes ajenos). Y que es mi letra, prueba que estudié. La misma letra que me alabó Alexandra Edwards en mi práctica en revista Paula. La misma Alexandra a la que está dedicada un libro de Roberto Bolaño que tiene un cuento cuyos personajes se reducen a la inicial.
Estamos reduciéndonos, estamos perdiendo nuestra tangibilidad.

1 comentario:

Boris dijo...

Esto de la reducción es una tendencia que está muy marcada. Pusiste un par de buenos ejemplos, pero se te quedo uno: el famoso proceso de "reducción de personal"... Tengo muucho que comentar sobre eso, pero creo que este no es el lugar. Para eso está mi blog.

Bueno post. Bueno blog. Se fue al reader ;-)

Saludos, B. <- para continuar con la reducción.