domingo, 11 de mayo de 2008

Una cuestión de piel


La piel es el mayor órgano de nuestro cuerpo. Y también el más importante. Nos protege frente al medio ambiente, de bacterias e infecciones. Regula nuestra temperatura. Permite sentir y con ello alejarnos del peligro. Si algo está muy caliente, es nuestra piel la que evita que nos quememos. Las emociones las muestra nuestra piel. El rubor de la vergüenza y la palidez del miedo. Los músculos de los folículos capilares se contraen, y se paran los pelos de miedo, de emoción. El estrés provoca seborrea, alopecia, rosácea, acné, alergias, irritaciones, urticarias, rojeces. Existen 6 fenotipos de piel. El colorín, el blanco, el mate, el moreno, el mulato y la raza negra. Los tres primeros se pueden morir de cáncer a la piel. Los otros no. Lo que comemos; dirá si nuestra piel está elástica, joven, brillante u opaca. El sol que tomamos, por ende, cuánto exponemos nuestra piel, cuánto de nuestro cuerpo mostramos, dirá cuán bronceada - o sea enferma- está nuestra piel. Hace un siglo, la belleza era pálida. Y lo que sentimos, lo muestra nuestra piel.
Despiertos, todo lo muestra nuestra piel, excepto nuestros ojos.
Cuando dormimos, sólo queda la piel.
Y la piel también puede doler. Por que el cerebro al formarse lo hace de la piel. Y lo que sentimos está en la piel. Y no tengo frío ni calor. No hay sol.
Me duele la piel. Y todo lo que hay abajo, todo lo que tengo atrapado, como dice Frank Sinatra, bajo la piel. Protegido de toda infección a menos que haya heridas. Así que, a cuidárselas, para que no se abran. Para que no se infecte aquello, tan importante, tan lindo, tan maravilloso, que quedó para siempre bajo mi piel.
Por dos meses, sola, me dolía la piel por la falta de piel.
Hoy, me duele la piel, por lo que hay abajo y quiere escapar, por lo que hay afuera y no es parte de mi piel.

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