lunes, 24 de agosto de 2009

Otra vez.

Otra vez. "Camila, le entraron a robar a tu papá en la oficina". - Me estás hueveando- "Hija, no digas garabatos". Esa fue la reacción de mi madre al escuchar mi propia reacción frente al que fue el segundo robo en dos semanas. De todas maneras es posible decir "Qué bueno que nadie resultó herido". Como se dijo también el año ante pasado, cuando cuatro hombres armados amenazaron a los oficinistas de la misma empresa de ingeniería eléctrica. No es un banco rebosante de billetes, ni una farmacia rebosante de preservativos, ni una botillería rebosante de cigarrillos. Lo mismo se ha dicho las cuatro o cinco veces restantes en que con pericia profesional, en menos de cinco minutos, un número similar de personas, corta cuatro candados de acero, rompe la chicharra de una alarma ubicada a tres metros del suelo y destruye una puerta que ha pasado dos terremotos. Luego carga un auto robado y se va por la calle dejando atónitos a los vecinos que apenas alcanzaron a anotar la patente.
Hay un computín que repara los cables de los monitores que los ladrones cortan para salir más rápido.
Pero sobre todo, hay 16 personas que hace dos semanas compraron 8 pantallas, 4 cpus y 4 notebooks, a precios "de oferta" en algún mercado persa. Y mañana, sino fue hoy mismo, 16 personas más compraron o comprarán 8 pantallas, 4 cpus y 4 notebooks. Ni me molesté en preguntar qué robaron esta vez, ¿para qué?. Agradezco a Dios que las fotos que tiene mi papá de nosotros, las fotos que tienen el resto de las personas de sus hijos, pasaron desapercibidas. ¿Qué burla habrán esbozado? "Esta debe de ser la oficina del jefe, oye, cáchate que ruciecitos los niños, deben ser los nietos." Me dan escalofríos. Me da rabia.
Los propios carabineros - con razón- se encojen de hombros frente a lo que parece ser una realidad demasiado cotidiana para ser realidad. "El problema está en los que hacen las leyes".
Mi papá tiene 66 años, y ha sobrevivido a la rotura de la aorta, algo de lo que se salvan una persona de mil. Otros podrán conocer de todas las que se ha salvado. Mi familia las ha visto duras y maduras, al igual que la mayoría de las familias de este país.
Siento que hablo al vacío, que nada importa. Que soy una víctima más de un robo más. En efecto lo soy. Nada me diferencia; todo se sumerge en estadísticas, planes y comisiones. No es mucho lo nuevo que puedo aportar.
Sin embargo, quizá podría estar yo enojada con los autores del robo, pero no lo estoy. Sí estoy molesta con el o los que proporcionaron la información de que la empresa había repuesto lo robado. Que la empresa había repuesto lo robado con productos nuevos y que tenía la factura para comprobar que no los robó.
Pero mi molestia se vuelve ira en mis ojos - acuérdense nomás los que me han visto realmente enojada, de esas veces que estoy tan enojada que fumo cigarrillos- cuando pienso en quienes pagan a otros por robar. En los clientes de los persa, en los que en su casa tienen el equipamiento full tecnológico que les pertenece a otros.
Mi papá se desquita poniendo la radio muy fuerte con marchas militares que adora por su sonoridad. Se sonríe y no se enoja, la vida le ha enseñado que siempre hay algo más, y que todo va a estar bien.
¿En qué tono decirlo?
NO COMPRE COSAS ROBADAS.
No tengo más palabras, ni más formas, nadie más lo tiene, porque no la hay; es demasiado simple que se complejiza en una serie de tramitaciones legales, plazos, audiencias, controles de detencion, programas de televisión donde se muestra la vida en la cárcel.
Probablemente digo lo mismo que se ha dicho siempre, no aporto nada nuevo a vuestras conciencias ni mentes. Eso no me quita las ganas de decirlo, nunca se me olvidan los ojos desilusionados de mi papá.
Hace dos semanas, entraron a robar; no pude salir a bailar, ni quien me acompañaba. Ayer me puse la misma ropa de esa vez, porque dije, hoy podré ir a bailar. Fui porque ya no quedaba más remedio. Creo que no me pondré más esa ropa por un tiempo, llámenlo superstición.
Cuando se terminaron de instalar programas, de recuperar archivos, de enchufar cables y de archivar facturas, ha de hacerse todo, otra vez.

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