miércoles, 6 de agosto de 2008

Perfil por Javier Ramírez

No todo es lo que parece con algunas mujeres

Cuando la histeria sí es cómica

Su dócil personalidad es capaz de hacer a todos reír y llorar de molestia a la vez. Diariamente se puede escuchar a alguien decir, “Camila, ¡Cállate!”. La vida recién le enseña a “parar y respirar” antes de actuar, y de a poco aprende a improvisar. Si se recomienda vivir de manera “light”, definitivamente la elegida “Miss Fashion” por su curso no tomó el consejo.

Uno pensaría que su metro 57 y 45 kilos es lo que más sobresale. Falso. Sus estrambóticos atuendos, que para ella “siempre tienen que combinar” -aunque no para el ojo común y corriente-, definitivamente atraen todos los ojos. Parece ser amena y tímida. Pero sólo cinco minutos con la alumna de periodismo y sus amigos bastan para entender que el tamaño no cuenta; lo que Camila Gálvez no tiene de estatura lo compensa con una fusionada personalidad de histeria-paranoia y paciencia que desespera. Como un menú, hay opciones para todos los gustos.
Detrás de una apariencia tímida, con una voz que a primeras es suave, se encuentra una mujer que en más de una ocasión ha causado rabias a muchos que la rodean, y que produce esa sensación de confusión a la hora de definirla.
Prima la percepción de que es “buena para los chascarros”. Una de sus herramientas favoritas para hacer esto: su auto. Este año ya se ha quedado sin batería dos veces por dejar las luces prendidas, y ha pasado más de un susto con sus llaves perdidas. “Camila: simplemente un espectáculo”, destaca Javier Cuadra. Ante esto, se declara como una mujer que no siente vergüenza: “han sido tantas que ya en realidad no me afectan, estoy anestesiada de pasar planchas”.
Pero el espectáculo no termina con esto. Uno de sus compañeros, y conocidos por más de dos años es Martín Morgan, con el que ha compartido momentos, que muchos llaman, peculiares. “Me acuerdo cuando hizo campaña contra mí porque no quería que fuera al paseo del ombligo porque era mayor y no de la generación. Al final no fui”. Martín declara que no soportaba a la Camila y que le costó “mínimo un año aprender a soportarla”. No es una persona fácil de llevar.
Sus rabietas ya son legendarias. Sus ataques de histeria son tan fuertes que a veces llega a las lágrimas de ira. Reconoce que no siempre se mide, y explica que “me cuesta controlar mis emociones, a veces me las saco con la gente equivocada, pero si no me molestan puedo ser buena onda y relajada”, lo que muestra que por su forma de ser sus amigos tienden a burlarse de sus reacciones. Roberto Santander, amigo que compartió con ella en literatura, narra que hace un tiempo, cuando Camila no se encontraba dentro de sus cabales, “me echó del auto porque dije uno de los garabatos que no le gustaban”.
Fanática del arte del “Scrapbooking” (la práctica de crear álbumes de fotos, recuerdos y souvenirs de distintos momentos y épocas de la vida), dice tener dos: “uno de mi ex pololo y otro de mi viaje a Europa.
Sin embargo, esta fuerte personalidad es donde justamente se puede encontrar quizá su mayor fortaleza: su perseverancia y esfuerzo. Dentro de sus orgullos más grandes está la beca académica que recibió para entrar a la universidad, al igual que su viaje hecho en enero y febrero de este año a Europa para estudiar inglés, donde tuvo la oportunidad de conocer países como Inglaterra, España, Italia, y Francia. Recalca la importancia del viaje ya que allí “aprendí la importancia de vivir los momentos, olvidarme de todas las penas para disfrutar el momento”. Los que la conocen por más tiempo reconocen el cambio que tuvo en ella el viaje. Sus amigos confirman esto: “este año la Camila está más cambiada, más relajada, ahora tiene más paciencia”.
No habla mucho sobre su vida familiar, pero se ve la influencia que han tenido en ella. Admite que “antes la relación no era buena, pero ha mejorado. Mi papá es perseverante y no deja que me rinda; mi mamá es perfeccionista, entonces a veces siento que si no hago todo perfecto estoy mal enfocada”. Esta característica es la que le da fortaleza. Siempre está preocupándose por dar lo mejor de sí en todo lo que hace, lo que le impide darse el lujo de improvisar -que a la larga le da una forma de ser rígida y poco atrevida-. Con sus padres cuenta que “desde que decidí ignorar el perfeccionismo, nos llevamos mejor. En general, cuando estoy bien, nos llevamos la raja. Conversamos poco, pero estamos harto juntos”. No olvida que gran parte de las dificultades familiares corren justamente por el hecho de que a veces peca de “ser puntuda, aunque ahora tengo capacidad de respirar y esperar”. Pero, como buena familia, los Gálvez no se quedan atrás. Hace unos meses, Camila se ofreció para unir a su generación y organizar la primera fiesta del año. Trataba arduamente de mantener todo en orden -por su eterna necesidad de organizar todo-, y en un momento de falsas interpretaciones e histeria, no logró entender lo que su madre le dijo -que dejara las cosas tal como estaban, que ella lo podía limpiar, y que saliera a bailar con sus amigos-, para enojarse y no sumarse a sus compañeros.
Su vida amorosa ha sido dura, con pocos aciertos, pero que se puede resumir a “una adolescencia con frenillos y compañeras más bonitas que yo, un pololo que patié por fome, y un par de atados que no llegaron a nada”. Sus palabras reflejan bajo auto estima, pero sí ha reflexionado: “todo eso me ayudo mucho y me ayudo a manejar los amores de otra manera”.
Sobre su futuro es clara -y muy ambiciosa-. Aspira a llegar, ni más ni menos, que “a la sala grande de conferencias de la ONU”. Al verse enfrentada con otras alternativas, se queda sin palabras, porque al parecer no conoce otras opciones.
Aunque muchos de sus cercanos han opinado -sin mayores argumentos-, que nuestra protagonista teme a vivir la vida y disfrutar, Camila declara que “no tengo miedos, ya que todos los he vivido y superado. Más que miedo hay frustraciones que no quiero tener, como no ser querida, o no poder querer como se debe”.

1 comentario:

Cristian dijo...

¿Cuántos perfiles habrá que hacer para que nos vean como queremos ser vistos?...

o como nos ven, ¿es como realmente somos?...

¿Que quedará en un tiempo más de éste perfil?...

lo deseable, es que lo menos posible...

y que se conserve solo nuestra esencia...

nuestra buena esencia...

nuestra divina esencia...